La producción de leche para la alimentación de un recién nacido requiere una notable inversión energética equivalente al coste energético total de la gestación.
La leche producida durante la lactancia posee un elevado valor energético y un alto contenido de nutrientes; por eso es necesaria la recomendación de un aporte suplementario con un adecuado equilibrio nutricional.
Son sólidas las recientes aportaciones que evidencian que la lactancia materna reduce claramente el riesgo de obesidad durante la infancia y la adolescencia. Por otra parte, se ha consolidado el consenso sobre la recomendación de lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida en países industrializados y en vías de industrialización, aconsejándose también mantenerla durante la introducción de la alimentación complementaria y hasta los dos años de vida o más.
La atención a la salud de la mujer en general y a su alimentación y nutrición en particular no debe limitarse al embarazo y la lactancia. Debe iniciarse antes de la concepción y prolongarse más allá de la lactancia durante el intervalo intergenésico. El estado nutricional materno en los períodos pre y periconcepcional no se asocia únicamente con el crecimiento y desarrollo del feto sino también con el riesgo de aparición de enfermedades en la edad adulta. Es el fenómeno conocido como programación (programming). Las sólidas evidencias disponibles permiten afirmar que esta asociación puede explicarse por la impronta epigenética configurada durante las primeras semanas de la vida intrauterina.
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